sábado, 24 de octubre de 2015

Mi otra yo


Seguramente todos tengamos una personalidad escondida tras muros y muros de distancia. Un pequeño rinconcito al que solemos recurrir cuando nos sentimos desesperados, dolidos, o incluso ¡liberados!. Y es así como he llegado a este punto, a este momento en el que siento la necesidad de dejar volar a mi antigua yo, esa parte de mi que me ha gobernado durante tantos años y que en parte, siento tan mía, pero tan agotadora.

Suena a algo contradictorio, porque por una parte digo que es mi sello, que me agrada, y por la otra intento deshacerme de ella. Y es que es algo así, un misterio digno de ser investigado ¡Ja ja!

Si empezamos desde los inicios de los inicios de mis tiempos, yo era una muchacha alegre y pizpirreta, a la que le agradaba jugar. Feliz, radiante. Llena de energía. Pero como algunos sabéis, esa alegría se evaporó en algún momento de mi vida. No es que me volviera emo ¡Eh!¡Noooooo! pero si que hubo problemas en mi entorno que hicieron que me apagara levemente. Problemas con la gente de mi pueblo, problemas personales, miedo a hacer el ridículo, autoestima dañada, golpe de timidez,... vamos, cosas que en algún momento dado muchos adolescentes sienten, y creen que están solos cuando ni ellos mismos lo creen en serio. Porque aunque lo pase muy mal, mis amigos de verdad siempre estuvieron allí a las duras y a las maduras, aunque entonces me costará abrirme con ellos y les mostrara una faceta mía que no era la correcta.

Mi faceta... digamos, fría. 
Si, y ahí va el meollo de la cuestión, el porque escribo esta entrada. Supongo que ahora la impresión que doy cuando alguien me conoce es la de una chica tímida, alegre, y feliz. Mi verdadera personalidad. Aquella que durante tantos años mantuve sumergida en el fondo de mi cabeza. Y como he dicho, esta es mi realidad. ¿Pero que pasaría si siguiera guardando tantas cosas contradictorias de mi vida anterior? ¿de mi otra yo...?

Aunque me empeñe, ... sigo manteniendo una parte de esa chica fría que alguna vez se colo con mi cabeza. Esa que lloraba sin que nadie la viera, la que empezó a construir muros a su al rededor, la que alguna vez perdió la ilusión y por ello tuvo que volverse más fuerte, más... fría. La que escondía sus sentimientos al resto de la gente y creía que eso era lo normal, lo que debía de hacer. Fue tan grave mi "aislamiento" que llegué incluso a anular mis ilusiones, y con ello me refiero a "tenemos que ir un sábado a tal sitio, como en algunas ocasiones no se llegaba a hacer, opté por mantenerme al margen. Por anular mis ganas de ir hasta que no viera que se cumplía" no se si me he explicado bien.  Pero eso llevo a un bucle que me convirtió en alguien que no era yo, que me hacía infeliz.

Mi timidez (demasiada) hacía que me dedicara a observar a la gente, a analizar sus gestos, su manera de hablar, sus miradas. Con un pequeño intervalo de tiempo, sabía si a esa persona le caía bien, o por si lo contrario estaba siendo falsa. Era una buena arma, ya que lo único que debía de hacer era callar, y no se me daba bien hablar. ¿Pero que es lo que ocurre cuando apenas hablas? Que la gente te toma por imbécil, o por... antisocial. Aunque a menudo te toman por tonta, si. ¡Gran error!

De un tiempo para aquí, porque no toda mi vida iba a esconder mi verdadero yo, he aprendido que no hay nada mejor como sonreír. Como volver a contagiarse de ilusiones, y de ganas por pasar tiempo con los tuyos ¡aunque en el último momento no se haga el plan! que se debe aprender a dosificar nuestras ralladas, y pensamientos negativos. Y sobretodo que no debes dejarte guiar por lo que los demás vayan a opinar de ti. Es algo que todo el mundo te dice, pero no sabes lo importante que es cuando aprendes a dejar esos fantasmas atrás. 

He aprendido a dejar volar a la niña que algún día fui, a esa alegría que sentía y que en algún momento perdí. A que el rosa y las flores volvieran a mi vida, y enterrar el negro ¡aunque me siga encantando!. A disfrutar de cada momento y sobretodo a salir, y no dejar que las paredes me privaran de disfrutar de mis amigos, y, recientemente, de mi pareja. 

Es impactante como la vida te puede cambiar en dos años, de como tu esencia cambia, de como vas perdiendo la timidez y vas mostrándote más como tú eres. Sobretodo, de como la felicidad va ganando las batallas y también la confianza. 

Aunque lo más importante es que a pesar de todo, mi otra yo, sigue ahí. Porque al final las malas vivencias siempre te aportan cosas positivas. Te hacen más fuerte, te enseñan que el dolor existe, pero que cuando se aleja, sientes las cosas con muchísima más intensidad. Las cosas que he aprendido de mi época de negro, es que la frialdad de vez en cuando no viene mal, aunque a veces te den ganas de ahorcarla. Sobretodo lo que más agradezco de ese pasado es el haber conseguido el "don" de la observación, el saber y analizar si a alguien le caes bien, o te esta haciendo el papelón. El ser prudente con las situaciones, no esperar algo que sabes que alguien no te va a poder dar. Y hacer la cruz si tienes que hacerla, sin remordimientos. Porque eso es lo que aprendí al haber reprimido tanto mis sensaciones.

El resumen de todo esto es que me siento liberada porque ahora siento que la peor parte de mi, se ha ido. Que porfin soy feliz y que he aprendido a quedarme con las cosas positivas de mi pasado. Y que no pienso dejar escapar otra vez mi verdadero yo. El de la chica alegre y confiada. 

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